25 de junio de 2015

TONY WARD: "FUI NOVIO DE MADONNA CUANDO ELLA ESTABA FUERA DE CONTROL"



Tony Ward nos cuenta cómo fue la época con la diva, su tránsito por la clínica de rehabilitación y su actual paternidad, que define como dolorosa

Tony Ward perdió su joya más preciada de la forma más extraña. Se la arrebató el director de una clínica de rehabilitación. “De locos, ¿verdad? Sí, mi vida ha sido de locos”, comenta. El preciado objeto robado era Sex, el polémico libro que editó Madonna en 1992 y en el que Ward participó como modelo. El ejemplar estaba dedicado por la diva. “Hoy valdría mucho dinero: no quedan muchas unidades en buen estado, y mucho menos firmadas por ella”.

Modelo multifacético (actor, pintor, fotógrafo, escritor y padre de cuatros hijos), Tony Ward también se sabe superviviente de los nihilistas años noventa. Nacido en Los Ángeles hace 51 años, no se podía ni mirar al espejo hasta que un profesor de historia de su instituto le animó a posar para un fotógrafo amigo suyo. El idilio con el objetivo fue instantáneo, y Ward –hombre no muy alto, ni siquiera despampanante, aunque terriblemente sexy– descubrió no solo que podía mirarse al espejo, sino que podía vivir de su imagen. Su fama despegó de la mano del fotógrafo Steven Meisel y de la Madonna del álbum Erotica y del libro Sex.

Convertido en la nueva pareja imberbe de la estrella pop, jugó al objeto de deseo (tenía apenas 20 años) en algunos de sus vídeos (Justify my love, Cherish…) y del entonces libidinoso libro. “En realidad, yo solo era uno más de los modelos de Sex, no el único”, bromea Ward durante una soleada mañana a las afueras de Madrid. “Tengo buenos recuerdos de ella. Cuando hicimos el libro ya habíamos roto, pero teníamos muy buena relación, y por eso me llamó. La gente se sentía inferior a su lado, intimidaba a todos, pero yo nunca me sentí incómodo”.

Para Ward, lo mejor de aquellos tiempos no se quedaba en sus gloriosos cuerpos ni en los banquetes sexuales que insinuaban vídeos como Justify my love. “No era exactamente autobiográfico, pero sí tenía que ver mucho con nuestra relación”, admite. “Lo mejor de estar juntos era que podíamos hablar durante horas. Fui su novio en una época en la que ella estaba fuera de control. Creo que la única en la que de verdad lo estuvo, y era muy divertida. Es una mujer estupenda, sobre todo, por su cabeza”.

En los años que siguieron se convirtió en un modelo que, con o sin ropa, trascendía a la mera publicidad. “Mi cuerpo ha sido un arma para expresarme como artista. Fue fundamental conocer a fotógrafos como Bruce Weber o Herb Ritts, que tenían hambre de convertir la publicidad en algo artístico. Solía quedar con Herb sin cobrar, solo para hacer fotos, cosas muy al límite que nos divertían y que me hacían sentir como parte de la obra”. Con los años, posar se volvió menos salvaje, más aburrido, y Ward buscó en la pintura y la fotografía otras vías de expresión. “Ya no sigo la moda como antes. Ahora hay muchos chicos guapos, pero pocos con personalidad. El modelo se ha vuelto de usar y tirar”.

Una larga serie de autorretratos realizados a lo largo de años se han convertido, más que una obsesión narcisista, en casi un arma de defensa propia. “Me hice miles de autorretratos antes de que el selfie estuviera de moda. Yo era un objeto para los demás, pero decidí convertirme en un objeto para mí mismo. Descubrí que mi manera de verme era diferente, más rara, dura e intensa. Las tengo todas en un trastero: es un extraño diario gráfico de mi vida que espero ordenar algún día”.

Una vida movida por impulsos, pero que ahora, instalado desde hace nueve meses en Londres, ha alcanzado la madurez que durante años se negó. “Tengo 51 y he pasado por varias crisis de edad. Durante mucho tiempo me resistí a cumplir años, pero me relajé y me di cuenta de que todo es válido, para la moda quizá no, pero sí para la vida. Ya no tengo una actitud tan punk, no necesito romper las reglas”. Y eso incluye afrontar la paternidad. “Tengo tres hijos con mi exmujer que están en Los Ángeles y otro, Aurelius, con mi nueva pareja. Antes de venirme a Europa vendí todo: mi coche, mi casa... He roto los lazos y lo admito, es muy doloroso. Pero por primera vez estoy experimentando lo que es ser padre. Con mi primera mujer supongo que me porté como un mierda: ella era la mujer y yo, el hombre, que era la maldita mentalidad con la que crecí. Ahora no es así. Admiro más a las mujeres y soy feliz criando por primera vez de verdad a un hijo”.